viernes, 23 de septiembre de 2011

Zapeando

Ayer estaba zapeando entre los canales de la vida.

Ponían una serie basada en "hechos reales" en el primero que paré, me resultó un poco descafeinada, le sobraba sufrimiento exacerbado, del que en cinco minutos se te olvida y le faltaba el dolor continuo, ese que te va marcando. Los actores estaban comidos por su propia historia, era como una crónica anunciada de que nunca iban a salir de sus problemas, pero porque vivían sumido en la felicidad de tenerlos. Me aburrí y seguí.

Encontré un "reality-show", eran de parejas que no se querían ya, que vivían de la rutina que les da el paso de los minutos, de esas obligaciones del día a día. Pero el objetivo del programa, no era que se reconciliaran, ni que mejoraran su día a día entre ellos, si no que hubiera un intercambio de parejas, que sintieran que podrían ser felices de nuevo con otra persona, e incluso daban la opción en el programa, que dejaran de convivir acompañada, que volvieran a tener una vida de "single" (obsérvese la transformación de la palabra "solterona" a "single"). Eso sí, por contrato, al finalizar el programa tenían que volver con su pareja inicial, esa con la que había perdido la ilusión de compartir, de seguir andando y riendo. Cuando me cansé de ver perder el tiempo y su vida a la gente, volví a usar el mando a distancia.

Y allí me encontré un documental de animales, de leones. Estaban como reunidos alrededor de "EL LEÓN", por su actitud marcial supuse que era el patriarca de la camada. Todos ellos llevaban sangre que les resbalaban por los colmillos hacia el mentón. Incluso, algunos de ellos (supongo que los más voraces) la sangre se les agolpaba como un gran río al final de su cara y comenzaba a golpear contra el suelo. Comentaba, de una forma liviana, el documentalista que venían de devorar a otro león de su camada, salvaje y agresivo como ellos, pero que "EL LEÓN" había decidido que tenía que desaparecer. Y allí estaban todos, con una expresión muy humana, después de haber traicionado a su compañero, de habérselo comido. Unos medio reían, o eso parecía, porque podían pasar a ser los leones preferidos de "EL LEÓN"; otros no se inmutaban, estaban acostumbrados a hacer excursiones fuera de la camada para aniquilar de la misma forma; algunos giraban la cabeza, al principio pensé que se sentían medianamente culpables, pero creo que simplemente era la doble moral que regía en ellos. Me empecé a agobiar, me imaginé siendo un león como ellos, un miembro de esa camada.

No quise seguir, apagué la tele pensando si no se habían dado cuenta que los leones se comen entre ellos, que uno sería el siguiente en caer el plato para la comida del Domingo.




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