lunes, 28 de noviembre de 2011

La empresa de hacer calcetines de "Pe"

Tengo una amiga, "Pe", que no es Penélope Cruz, que trabaja en una fábrica donde hacen calcetines. Es curiosa esta empresa, porque hacen calcetines verdes, pero según les han dicho los jefes ahora, tienen que cambiar ese verde de los susodichos en amarillos. Yo que de tricotear no sé mucho, les he dicho que compren hilo amarillo y que les zurzan (no a ellos) a los calcetines. Me ha dicho que no, que eso no puede ser, qué cómo se me ha ocurrido, lo que tienen que hacer es coger los calcetines que ya son verdes y cambiarles el color, convertirlos en amarillos.

Claro, me queda clarísimo.

¿Entendéis algo?. Y lo mejor es que le pagan a final de mes y todo.

domingo, 27 de noviembre de 2011

El mundo paralelo

Hay un mundo que corre al lado de este, del que se toca, del que hace que tengas que fregar los platos, comprar el pan, llorar, hacerte la comida, sufrir.... Hay otro mundo que está con nosotros, el que crea, imagina una película diferente, esa que no tenemos, que visualizamos, que soñamos que sea y en la que somos los directores, guionistas, productores y dueños del casting.

Allí decidimos qué personajes nos acompañan, como si tuviéramos una barita mágica los convertimos en novios, esposas (me parece una palabra muy fea) amantes, amigas, jefes, novias, folladores, empleados, enemigos, amigos, maridos. Les damos diferentes roles, nos apropiamos de un carácter deseado, nos llenamos de valentía, tenemos la fuerza de un coloso y no tenemos límites.

Allí viajamos, damos la vuelta al mundo, tomamos la decisión de cambiar lo que no nos gusta, ir a por lo que queremos y seguir el camino. Dejamos a nuestro novio, porque se acabó el amor, porque hace cinco años teníamos una vida que nos unía, ahora esa misma vida nos separa, no sabemos que será del mañana, pero sentimos que no es ese el presente que queremos vivir. Buscamos otro trabajo, ese que nos llena, que nos hace saltar de la cama por la mañana, nos enchufa una sonrisa cuando a las nueve de la mañana entramos por la puerta, dejamos éste, lo hacemos, lo queremos tener todo. Nos ponemos delante de ella, de quien fue nuestra amiga, la que nos ha hecho daño durante los últimos meses, no tenemos miedo de perderla, de saber que ya no tomaremos más cervezas juntas, ese sentido de la ausencia no nos agobia más, esa necesidad de la presencia la pisamos, le decimos "hasta luego", nuestras carreteras se dividen ahora.

A veces, en ese otro mundo paralelo también lloramos, porque así nos parece más cercano al nuestro, ése que corre paralelo, como si esa nota de humanidad que se da a esa película, nos la hiciera más verosímil, como si nos permitiera creer que pudiera ser. O quizá, simplemente lloramos porque en verdad sabemos que es el universo del refugio, donde guardamos nuestros deseos y del que, de vez en cuando, conseguimos arrancar alguno y llevarlo al mundo dónde se compra pan y se hace la comida.

La Mirilla

Oigo el ruido del ascensor, ¿parará en esta planta?. Me acerco sigilosamente a la mirilla, muevo la pestaña, cierro mi ojo izquierdo mientras ajusto el derecho al agujero sigilosamente.
Está chica me suena, creo que fuimos amigas hace unos años, ¿qué sera de su vida?. Me deslizo directamente por sus fotos, aparece con un niño muchas veces, ¿será suyo?. Me muevo hacia su perfil, en estado pone soltera. Sigo con el ojo izquierdo cerrado y el derecho apoyado en la mirilla observando ahora su muro, aparece un comentario, no es su hijo, es su sobrino.

Alguien sale de la puerta de mi vecina, ¿quién será?. Repito la misma operación: acercamiento cauteloso a la puerta, aguanto la respiración, no tengo que desplazar la pestaña (se ha quedado arriba desde mi último acercamiento), coloco mi ojo derecho en posición.
Él estudió conmigo, después se fue a Londres o Berlin, ahh no fue París, casi acierto, está escrito en su curriculum, ahora trabaja en Vigo, en una empresa de embutidos. ¿Estará casado?, ¿tendrá hijos?. Creo que tendré que seguir acomodando mi ojo derecho al agujero de la mirilla....

Discúlpenme, yo no soy la única que miro por la mirilla. Ahora mismo tú, estás con tu ojo derecho (o quizá izquierdo, según como tengas el sentido del enfoque ubicado) mirando a través de ella, observando estas letras, examinándome. Pero a mí, me encanta.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Un día perfecto para el pez plátano

Hoy he conocido a Salinger y a uno de sus grandes cuentos: "Un día perfecto para el pez plátano". Las horas que paso religiosamente en el taller de escritura, el que frecuento, me lo ha traído hoy.

Aquí, podéis encontrar el cuento, aquellos, que como yo, vivían en la incultura de no conocerlo

http://www.literatura.us/idiomas/jds_undia.html


Como ejercicio del Taller, teníamos que optar por uno de los personajes que surgen en este cuento, tomar su punto de vista e iniciar el relato de una forma diferente, aquí os dejo el mío; mi punto de vista es el de Seymour  Glass (en el que en el cuento se le denomina como "ver más vidrio", see more glass, en un momento del cuento).


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"- Muriel, me voy a la playa
- Cariño, ¿quieres que te acompañe?
- No, ¿por qué iba a querer?

Seymour se abrochó el cinturón de su albornoz, y se dirigió al ascensor. Llevaba todo, el bañador azul, siempre me ha gustado ese color, la toalla y las ganas de encontrarse con ella, ¿me habría echado de menos?.
Mientras decía esto, sintió como su miembro se endurecía. Ya no me pasa esto nunca con Muriel, esa putita tuvo sus años dorados cuando sus piernas se abrían como una niñita de poca edad y mucha imaginación.
Silby, ¿me habrá hechado en falta?. Si supiera que ayer me masturbé pensando en ella; las olas golpeando su cuerpo, humedeciéndola, dejando aparecer unos pequeños pezones abruptos. Yo, cogiéndola por detrás para sentir mi pene cerca de sus diminuto cuerpo."

(....)


martes, 15 de noviembre de 2011

Palabras más, palabras menos

Él me dijo que me llamaría, que luego vendría y terminaría viéndome. Nunca lo hice, creo que ni llamó, ando a regañadientes con mi cabeza, yo intento olvidar lo más rápido que me permite el tiempo y ella trayéndome historias pasadas. Me acuerdo la grandilocuencia de sus palabras, las decía casi en verso, saliendo de sus labios como acariciando mi cuerpo, buscaba las palabras agudas para que retumbaran al compás en mi corazón.

Le creí. En el barrio donde crecí, allá en el Norte, siempre me enseñaron la verdad de las palabras, el poder de lo que se decía con ellas, la fidelidad a ellas; fueran agudas, llanas o esdrújulas.

Le estaba comentado estos pensamientos a Luis el otro día, mientras acariciábamos nuestros cuerpos desnudos con los primeros rayos de sol que cruzaban por los cristales, se me había olvidado bajar la persiana y correr las cortinas, lo que tienen las prisas. Él no había dicho nunca que me llamaría, ni que vendría, ni que acabaría viéndome y acostado en mi cama. Él sólo quiso estar conmigo, y no uso palabras agudas, ni las otras llanas, ni se perdió en la resonancia de las esdrújulas. Dejó las palabras a un lado y pronunció los hechos, y vocalizó los momentos y estuvimos hablando con nuestros movimientos, con nuestros roces, con nuestras miradas, con esas conversaciones que comenzamos y saboreamos.

Luis se fue, salió de mi casa el pasado sábado por la mañana, pero aún no ha salido de mi mente, sigo de regañadientes con mi cabeza, yo intento olvidar lo más lentamente que me permite el tiempo (algunas cosas) y ella trayéndome otras historias del pasado.

jueves, 10 de noviembre de 2011

¡Qué si!

Los sentimientos de tristeza siempre golpean fuerte, a veces incluso te crees que no hay una posibilidad de remontar, de seguir o de ver que hay algo positivo detrás del resto, o del presente que está delante de ti.

Pero no es así, ¡qué si!, que está la mezcla de las pequeñas cosas que hacen lo sublime, ¡qué si! que hay gente al lado de la no-gente, encima de ellos que hacen que sea posible que él crea en todo de nuevo, que yo me ría de verlo feliz. ¡Qué si!, que Pedro está retomando su rumbo, ha salido del letargo. ¡Qué si!, que hay que saber rechazar, porque sí, detrás de un no está el sí, el que nos hace decir ¡qué si!.

¡Qué si!


domingo, 6 de noviembre de 2011

Cuando los amigos de mis amigos no son mis amigos

Todos somos reflejo de nuestros amigos. Ellos dicen mucho de nosotros

(PippiPat reflexiona)

Nombres

Hay nombres que siempre me evocan a canciones, y oigo el nombre y tengo que hacer la coletilla (algunos me los invento):

-CARMEN...Carmen, Carmen, voy a tener que emborracharme
-ADELINA/ADELAIDA...Se fuera con otro, la buscaría por tierra y por mar.
-MARÍA CRISTINA...me quiere gobernar, y yo le sigo, le sigo la corriente.
-PACA...mi Jaca...camina y corta el viento cuando pasa por el viento.
-ROSA...al partir, un beso y una flor.
-PILAR...la virgen del Pilar dice.
-PATRI...pa' ti, pa' ti son las fiestas.

¿Os pasa también?

Personas y gentes

Me contó que le había vuelto a pasar, que ya no quería seguir creyendo en la gente, que estaba triste y que ya lo había decidido.

No era la primera vez que hablamos de esto y ya le había visto llorar anteriormente por decepciones, pero esta vez lo decía muy sobrio, reflexionando cada de unas palabras, mascando las sílabas concienzudamente: "Pippi, tengo treinta años, he conocido mucha tipología y he llegado al punto, que lo veo claro. Lo excepcional es poder confiar en las personas. ¿No te parece triste?".

Cuándo oí decir esta frase, me eché a llorar y aún sigo con las lágrimas.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Los conocidos desconocidos

Yo quiero a lo que él me enseña, pero me da miedo lo que me no veo de él. 

Sé, que ha ido al cine cuando no nos conocíamos, que se tomó cañas con gente que jamás conoceré, que amo a algunas mujeres y quizá incluso a hombres, que le moldearon parte de su dolor. Las gotas de la lluvia nos ha mojado de diferente forma, el aire ha golpeado sus espaldas mientras en otro sitio a mí me despeinaba. Es verdad que nos alumbra el mismo sol, pero nos ha iluminado desde diferentes puntos, incluso de vista.

Hoy es dos de noviembre del dos mil once y lo amó, pero sé que es no es un completo conocido, nunca lo será. Quizá es lo bonito de la vida y lo que hará que dentro de dos días, unos meses, quizá al paso de unos años...la parte que nos estemos mostrando ya no nos enamore. 

Lo que tiene ser simple conocidos.

La sordera de mis gafas

Rescatando un relato que escribí el curso pasado en el Taller de Escritura en el que me dejo ver algunos miércoles alternos al mes. Lo dejo como fue escrito, sin correcciones post-taller. Si la memoria no me falla, la temática era referente a "mutaciones" y/o defectos físicos. Como observaréis, yo siempre tengo un pensamiento paralelo, nada que ver con lo que se me requería. 

Anotación: sí que está basado en hechos reales

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- Pedro, por favor, ¿me escuchas?.

Pero Pedro sólo asentía, no contestaba.

- Pedro, ¿me oyes?. ¿Qué piensas de los resultados extraídos del experimento llevado a cabo por Luis Echenique?. 

Pero Pedro seguía simplemente asintiendo y sonriendo.

- ¡Pedro! - dijo Juan, su jefe elevando la voz a la vez que colocaba su mano en el hombre de Pedro.

En ese momento, Pedro reaccionó, cogió las gafas que tenía encima de la mesa, al lado del ordenador y pensó: esta vez sí, me han descubierto.

- Perdona Juan, estaba reflexionando sobre los datos tan interesantes presentados por nuestro colega y mascando las primeras conclusiones.- Mintió vilmente mientras estaba aún en el ejercicio de recolocarse las gafas. 

Pero Pedro tenía dudas, más que nunca, más que las otras mil ocasiones que lo había hecho, que Juan le creyera.

- Te decía. Comenzó Juan - Que quería saber tu opinión sobre los resultados de la presentación que acaba de realizar Luis Echenique.

Pedro, cuarenta y tres años, quince años en la misma empresa, quince años de largas reuniones y presentaciones, quince años de Luis Echenique sacando las mismas conclusiones: "si queremos mejorare en la calidad del producto, así como en la visibilidad exterior, tenemos que tender a la introducción de compuestos biológicos". Y con coletilla en forma de rima consonante: "Empresa Caperde, donde todo es verde". Pedro llevaba quince años con la misma contestación a su jefe Juan sobre los resultados del trabajo reiterativo de Luis Echenique. 

Se volvió a ajustar las gafas con sus dos manos y emitió el mismo discurso que sabía de memoria y del que sólo innovaba el principio y el final. "Gracias Pedro, brillante como siempre", le felicitó Juan al compás del asentamiento de Luis Echenique.

Pedro, cuarenta y tres años, con gafas desde los dieciséis años, comenzaron siendo de pasta, evolucionaron a metal, y se reconvirtieron a pasta, cuestión de moda. Pedro, con sus gafas o bien en la cara para oír, o fuera de ella para perder la audición. Pedro adquirió este beneficio social, él no sabe porqué, el donde no oír cuando no llevaba sus gafas.

Pedro, cuarenta y tres años en el mundo, quince años en la misma empresa, tenía el placer de dejar de escuchar a Luis Echenique, a Juan y probablemente a mí, el narrador, simplemente despejando las gafas de su cara.

"Gracias Juan por tus palabras". Concluyó Pedro, mientras dejaba sus gafas en la mesa, al lado del ordenador.