martes, 20 de enero de 2015

Normalidad

Se acercó a su armario que él siempre le llamaba la "despensilla" desde el primer día que una lluvia rara caía y el recogimiento en un bar para un vino y una lectura le hizo que le descubriera en la mesa del fondo tomando anotaciones en un cuaderno ajado.

El cuaderno ajado le hizo mirarlo, siempre se quedaba enamorada de libretas a medio escribir y de los pensamientos que se garabateaban, era una excitación que no podía controlar, cómo si la mano a la que pertenecía tenía mucho que decirle y más que arroparle.

Pues sí, se acercó a la "despensilla", después de tres tardes de vinos, dos de sexo confuso y primerizo de cuerpos que no se conocen y de protocolos que hacen humedecer pero que confunden al placer. Y la abrió, curiosa sabiendo que después de que esas puertas se separaran solo pensaría en follárselo e irse para siempre, o hacerle el amor y bendecir a la lluvia.

Allí estaba el elixir que necesitaba, una "despensilla" que encontraba perfecta en su ser, en su esencia y en su normalidad: tres latas de tomate, cuatro reservas de atún, espárragos haciendo una columna no simétrica pero sin un desorden violante, garbanzos y lentejas cómo siempre habría aprendido ella a guardar por cuestión nostálgica de su infancia, y una mezcla variada de olivas, pimientos, frutos secos y maíz.

- Pippipat, está en la balda superior, a la izquierda, allí puedes encontrar unas cuantas, elije tú, espero que te guste las opciones.

Y sí, le gustaba la opción que él le ofrecía, justo acababa de decidir que le iba a hacer el amor y le iba a follar también. Una "despensilla" cotidiana con sus botellas de vino para que se miraran a la cara, hablaran mientras oían esa música cómplice que habían empezado a compartir.

Pensó, que empezaría por follárselo.

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