viernes, 2 de enero de 2015

La abeja

El invierno cambió sus flores, las oscureció, ya venía pasando eso de un tiempo atrás, pero no se había dado cuenta, porque a veces, ocurre que el mirar sin ver no nos da el color preciso de las cosas, pero ya desde octubre, cuando el otoño entró a visitarla, ella nunca volvió a ser la misma.

Siempre había admirado esas hojas, pero ya no estaban, no eran las que creía, pero se dio cuenta que las hojas son consecuencia temporal y lo que realmente tenía que haber sentido eran sus raíces.

Pero como buena abeja, recogió sus alas y voló a otra flor, pero esta vez, empezó a revolotear por el suelo antes de polinizar y crear miel.

Quizá el siguiente invierno sea diferente.


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