martes, 27 de enero de 2015

Respirar

Después de días intentado llegar a la cumbre, le pesaban los brazos, las piernas le daban calambres, la mente la tenía congestionada, las energías se iban por los desfiladeros, la mochila era una losa que pensaba que no podía soportar más, el aire le agobiaba y su respiración se hacía densa y ofuscaba su esperanza.

Era la primera que se enfrentaba a esa cumbre, sabía que podía llegar, no creía que no podía alcanzarla, pero sus piernas, sus brazos, su mochila, el desfiladero eran sus miedos que le hacían bajar metros mentales, al mismo tiempo iba sacando una energía que conocía pero no sabía de su dimensión. 

Después de una noche de ventisca, de hecho la tienda de campaña fue muy fría esa noche y solo la posición fetal le arropaba en sus sueños. Levantó su ser interior, ese que no se sabe dónde está, ni cómo surge, pero que había labrado incesantemente durante años. Decidió que esa cumbre, era su cumbre, que ese era el día y el lugar perfecto para que sus pasos la abrazaran.

Sí, llegó, lloró al ver sus pies en la cima y se acordó también de él, quién en el paseo de la vida le había agarrado de la mano y le fue quitando el peso de su mochila, le dio masajes en sus piernas, le puso globos en sus brazos y le ayudó a respirar para refrescar su mente.

Él no era su ser interior, el que no sabemos de dónde viene, pero se forja con los años y bla bla bla, pero sí era el que aliñó a su ser interior.


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