domingo, 3 de abril de 2011

Hoy voy a hablar de tí....

El tiempo pasa, la gente viene, a veces se queda y a veces se va, la vida transcurre, no nos paramos, siempre seguimos, no nos damos tiempo, no nos dejan, no nos dejamos. Pero llega un día, que te tomas tu tiempo, que te dedicas a tus sentimientos, a tus recuerdos, a recuperar a gente que ya no está cerca físicamente, pero que estuvo tan cerca que no entiendes cómo puedes vivir sin ellos al lado.

Y ese día te lo encuentras caminando por unas calles que te hicieron sentir. Y llegas a esa plaza donde la lluvia mojaba tu cara, tu cuerpo borracho, tus manos abrazadas a ellos, girando y cantando, creyendo que en ese momento se había creado una amistad indisoluble, sintiendo que eras la persona más feliz y que tenías un mundo esperándote. Bendita inocencia de la juventud, no perdida (como has escrito hace poco) del todo, pero si modificada. Creo que eso te sangra....

Los sentimientos se agolpan, no dan tregua. La siguiente parada es en el bar donde vestías de rojo en la foto que guardas. Miras alrededor, no sabes porqué, quizá ¿haya alguien conocido?. Reconoces el sitio donde se hizo la foto, recuerdas esa noche, las risas, las conversaciones de la vida, de tu vida, de sus vidas. Otro golpe para tu alma.

Tus pasos son torpes, indeterminados, has perdido la fluidez al caminar, cada movimiento acarrea un sentimiento, una persona, un momento. Es curioso como se puede recordar detalles singulares con una precisión que se acerca a lo insano. Y ya estás ahí, delante de esa obra que te asombra, que admiras, que durante tres meses de tu vida veías todos los días. Delante de la cual te hiciste una foto con él, que no te quiso pero te besó para que te llevarás un recuerdo hiriente de algo que nunca sería. Esa obra a la que volviste con la cabrona, con tu amiga, un par años después. Sentadas en el césped (ese césped huele diferente) riendo, cerrando un viaje de fin de semana de complicidad, de los que solíamos hacer, sin rumbo, sin tiempo, sin límites....



Allí está, diez años después, la calle que recorrías todos los días, la calle que de la mano de otro él hiciste a la estación limpiando sus lágrimas y desgarrada tú por dentro. Otro él no se lo merecía, tú no merecías a otro él. La calle de la que te fuiste. El taxi negro, acompañando al día, vino y te llevo al aeropuerto, pero tú entera no ibas en ese viaje, una parte de tí se quedó ahí, la viste cuando has vuelto, cuando has descubierto que tu ser deambula errante por muchos sitios y que lo te los encuentras cuando vuelves.

¿Por qué no recoges un poco de ellos?
¿Por qué no vuelves a la inocencia?.

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