miércoles, 27 de abril de 2011

La disección

Pedro y yo nos conocemos prácticamente de toda la vida; segundos, minutos, horas, lustros y décadas...hemos pasado juntos (y pasaremos). Pero no me acuerdo de nuestros primeros días.

Hace un par de días, andaba rumiando en mi cabeza sobre la gente nueva que está pasando por mi vida, quise pararme y hacerme una idea en ese ahora, en ese momento, en los inicios, de cómo los veía a ellos. 

Cuando estoy con ellos, quiero sentir el frescor de los primeros gestos, interpretar lo que no dicen con ellos, lo que sus ojos esconden cuando te miran. Disfruto viendo como el toque de pelo nervioso y consecutivo ocurre con determinadas conversaciones, cuando la pierna se agita a mayor ritmo y el cuerpo se mece. Observo el movimiento de las manos: rítmicos, comedidos, espontáneos... Diseccio esa palabra no dicha, sustituida en el último momento. Acaricio el cruce de miradas; algunas cómplices, otras expectantes y las mejores, deseosas de escuchar, sentir y conocer. Curioseo la expresión al saborear un café, una infusión con mucha azúcar, un dulce, una galleta o un cigarro a medio acabar. Comparo la postura al hablar, al escuchar, al sentir profundamente de ellos y la mía. Me deleito de estar con ellos, de estar conociéndoles, de catar mías, sus, nuestras herramientas y defensas ante ellos, yo, nosotros mismos.

Es curioso, pero creo que es normal, Pedro que es todo para mí y aún hay novedad entre nosotros, pero una novedad menos frecuente y menos fresca. Ellos quiero que sean  mucho para mí, y su novedad eclosiona en mí, golpea, rompe desmesuradamente. Es el primer momento, la inocencia en su estado puro. Pero... ¿me olvidaré de estos recuerdos, de estos momentos, de estos instantes del conocimiento del todo y de la ignorancia de mucho?. ¿Me pasará como me ocurre con Pedro?, difícil de recordar cuando vi su primera mirada furtiva al hablar puramente de él.

Bueno, en este caso, siempre podré releer este absurdo y mal  escrito texto.

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