miércoles, 2 de noviembre de 2011

La sordera de mis gafas

Rescatando un relato que escribí el curso pasado en el Taller de Escritura en el que me dejo ver algunos miércoles alternos al mes. Lo dejo como fue escrito, sin correcciones post-taller. Si la memoria no me falla, la temática era referente a "mutaciones" y/o defectos físicos. Como observaréis, yo siempre tengo un pensamiento paralelo, nada que ver con lo que se me requería. 

Anotación: sí que está basado en hechos reales

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- Pedro, por favor, ¿me escuchas?.

Pero Pedro sólo asentía, no contestaba.

- Pedro, ¿me oyes?. ¿Qué piensas de los resultados extraídos del experimento llevado a cabo por Luis Echenique?. 

Pero Pedro seguía simplemente asintiendo y sonriendo.

- ¡Pedro! - dijo Juan, su jefe elevando la voz a la vez que colocaba su mano en el hombre de Pedro.

En ese momento, Pedro reaccionó, cogió las gafas que tenía encima de la mesa, al lado del ordenador y pensó: esta vez sí, me han descubierto.

- Perdona Juan, estaba reflexionando sobre los datos tan interesantes presentados por nuestro colega y mascando las primeras conclusiones.- Mintió vilmente mientras estaba aún en el ejercicio de recolocarse las gafas. 

Pero Pedro tenía dudas, más que nunca, más que las otras mil ocasiones que lo había hecho, que Juan le creyera.

- Te decía. Comenzó Juan - Que quería saber tu opinión sobre los resultados de la presentación que acaba de realizar Luis Echenique.

Pedro, cuarenta y tres años, quince años en la misma empresa, quince años de largas reuniones y presentaciones, quince años de Luis Echenique sacando las mismas conclusiones: "si queremos mejorare en la calidad del producto, así como en la visibilidad exterior, tenemos que tender a la introducción de compuestos biológicos". Y con coletilla en forma de rima consonante: "Empresa Caperde, donde todo es verde". Pedro llevaba quince años con la misma contestación a su jefe Juan sobre los resultados del trabajo reiterativo de Luis Echenique. 

Se volvió a ajustar las gafas con sus dos manos y emitió el mismo discurso que sabía de memoria y del que sólo innovaba el principio y el final. "Gracias Pedro, brillante como siempre", le felicitó Juan al compás del asentamiento de Luis Echenique.

Pedro, cuarenta y tres años, con gafas desde los dieciséis años, comenzaron siendo de pasta, evolucionaron a metal, y se reconvirtieron a pasta, cuestión de moda. Pedro, con sus gafas o bien en la cara para oír, o fuera de ella para perder la audición. Pedro adquirió este beneficio social, él no sabe porqué, el donde no oír cuando no llevaba sus gafas.

Pedro, cuarenta y tres años en el mundo, quince años en la misma empresa, tenía el placer de dejar de escuchar a Luis Echenique, a Juan y probablemente a mí, el narrador, simplemente despejando las gafas de su cara.

"Gracias Juan por tus palabras". Concluyó Pedro, mientras dejaba sus gafas en la mesa, al lado del ordenador.

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