Me contó que le había vuelto a pasar, que ya no quería seguir creyendo en la gente, que estaba triste y que ya lo había decidido.
No era la primera vez que hablamos de esto y ya le había visto llorar anteriormente por decepciones, pero esta vez lo decía muy sobrio, reflexionando cada de unas palabras, mascando las sílabas concienzudamente: "Pippi, tengo treinta años, he conocido mucha tipología y he llegado al punto, que lo veo claro. Lo excepcional es poder confiar en las personas. ¿No te parece triste?".
Cuándo oí decir esta frase, me eché a llorar y aún sigo con las lágrimas.
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