Eva me llamó.
Vino, se encendió un cigarro, le preparé un café y dejamos que los segundos se agolparan alrededor de los secretos siempre contados, que los minutos se pelearan entre palabras de ilusión y sílabas unidas de esperanza, que las frases no dichas, pero sabidas, dieron pasó a una sucesión incontable de horas.
El mundo se había parado, las batutas de la orquesta eran nuestras. ¡Vamos a hacer que toquen "Cuadros para una Exposición" de Mussorgsky!, ¡vamos a hacer que este momento, sea siempre repetido!.
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